No es raro que en la mayoría de las organizaciones religiosas se haga poco caso al segundo mandamiento de la Ley de Dios, siendo que en ellas se enseña que todas las leyes del Antiguo Testamento fueron abolidas. Lo que es inconcebible es que en otras, en los que se autoproclaman guardadores de los Diez Mandamientos, dejen de guardar el segundo, que dice:
«No te harás imagen ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra,* ni en las aguas debajo de la tierra: No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehováh tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos, sobre los terceros y sobre los cuartos, a los que me aborrecen, y que hago misericordia en millares a los que me aman y guardan mis mandamientos.» Exo.20:4-6.
Algunos religiosos creen que este mandamiento solamente prohibe adorar imágenes, pero no el hacerlas con otros fines. Ellos tendrían razón si el texto dijera: No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra, para inclinarte a ellas u honrarlas, pues en ese caso se estaría prohibiendo una sola cosa; pero en el mandamiento hay dos no, o sea, dos prohibiciones. Primeramente dice: «No te harás imagen...», y después añade: «No te inclinarás a ellas, ni las honrarás», por lo cual se entiende claramente que, si bien lo más grave es honrar o inclinarse ante una imagen, también está prohibido hacer imagen de algo que Dios creó con forma propia, aunque no se adore.
Dios se califica a sí mismo como celoso; El es el único creador de los cielos, la tierra y el mar con todo lo que en ellos hay; y todo quedó bien hecho, por lo cual El no quiere que el hombre falsifique su obra con imitaciones.
Con frecuencia surge esta pregunta: ¿Por qué, si esto es así, había en el tabernáculo, así como en el templo de Jerusalem, figuras de ángeles, flores, etc., con la aprobación divina? Esto se podrá comprender mejor admitiendo que quien tiene autoridad suficiente para establecer una ley, también tiene la autoridad requerida para, en caso de necesidad, hacer una excepción en la aplicación de esa ley, sin que por ello la ley misma quede abrogada.
En cumplimiento a una orden de Dios, el profeta Samuel mató al rey de Amalec (1Sam.15), y no podemos pensar por eso que se puede matar libremente; aún sigue en vigor el mandamiento que dice: «No matarás».
Dios mismo, que prohibe el adulterio en el séptimo mandamiento, fue el que ordenó al profeta Oseas tomar «una mujer fornicaria, e hijos de fornicaciones» (Oseas 1:2), y más tarde «Una mujer amada de su compañero, aunque adúltera» (Oseas 3:1). Esto sirvió de símbolo profético al pueblo de Israel sin que la santidad del séptimo mandamiento quedara anulada.
Lo mismo sucede en el caso de las imágenes. Dios ordenó a Moisés hacer una serpiente de metal y colocarla sobre la bandera para salvación de aquellos que la miraban.
«Y Jehováh dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre la bandera: y será que cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de metal, y púsola sobre la bandera; y fue, que cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de metal, y vivía.» Num.21:8, 9.
También a Moisés Dios le mostró el dechado del tabernáculo con todos sus utensilios para que fuera hecho exacto al modelo celestial.
«Y hacerme han un santuario, y yo habitaré, entre ellos. Conforme a todo lo que yo te mostrare, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus vasos, así lo haréis. Y mira, hazlo conforme a su modelo, que te ha sido mostrado en el monte.» Exo.25:8, 9, 40.
Igualmente, para la construcción del templo, en tiempos de Salomón, se siguió fielmente el diseño trazado por David, según Dios se lo había revelado.
«Entonces David entregó a su hijo Salomón el plano del vestívulo del templo, de sus edificios, de los almacenes, de las salas del piso alto, de los cuartos interiores y del Lugar Santísimo. Además le dio el proyecto de todo lo que tenía en mente para los atrios del templo y los cuartos que debían estar alrededor, los tesoros y los depósitos para las ofrendas sagradas. Todo esto estaba en un escrito redactado por revelación del Señor a David, en el que se explicaban todos los trabajos que se habían de hacer de acuerdo con el plano.» 1Crón.28:11, 12 y 19 (Versión Popular).
Todas estas imágenes fueron hechas por mandato divino, con un propósito determinado, y por ello no quedó sin efecto la voluntad de Dios expresada en el segundo mandamiento.
Es verdad que, a la vista humana, las imágenes parecen algo inofensivo. Hemos nacido en un ambiente donde las maravillas de la fotografía y la imprenta todo lo han llenado de figuras. Ahora son más bonitas las telas, los libros, los adornos de las casas, etc., y todo parece tan natural, que casi nadie puede darse cuenta que con ellas se desagrada al Creador de esas cosas que se están imitando.
Para comprender mejor por qué parece natural algo que no lo es realmente, comparémoslo al experimento que algunos científicos hicieron con una rana. Tomaron una rana y la echaron en agua caliente, pero ésta saltó rápidamente huyéndole al calor, y así no sufrió daño. Tomaron después una rana y la pusieron en agua templada, a la que fueron subiendo muy lentamente la temperatura hasta que la rana murió por efectos del calor. Esta rana no trató de escapar en ningún momento porque en el agua templada se sintió muy a gusto, y después se iba adaptando a la temperatura del agua a medida que ésta se calentaba, pareciéndole que todo era normal. Si a esa misma rana, antes de morir hervida, se le hubiera trasladado bruscamente del agua caliente al agua templada, hubiera saltado para huir, sintiendo el agua templada como si estuviera intensamente fría.
¿Pasará algo parecido con aquellos que, por estar adaptados al ambiente artificial de nuestros días, consideran extremistas a los que viven realmente de acuerdo a la ley natural, de acuerdo a la Ley de Dios?
Lector, ¿crees que tú estás agradando a Dios en todo, y que estás guardando sus mandamientos? Examínate a ti mismo, que quizás UNA COSA TE FALTA.
Ev. B. Luis, UMAP, abril de 1966
* El retrato de una persona es imagen de una criatura de la tierra.
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